Calabaza centenaria Dentro de la muralla del monasterio todavía existen dos palomares, uno propiedad de de la Diputación Provincial de León y el otro propiedad de la familia García. Había un cuarto palomar, también redondo, en la parte sur del pueblo, pero hace unos años fue destruido para hacer una casa. El palomar de la tía Corina es de mi propiedad; data de mediados del siglo XIX y forma parte del museo familiar. Planchas de hierro Plancha de leña Calladas de Sindo de Filiel Sus paredes, con base de piedra, son de tapia. Para construirlas se hacía un encofrado de madera y se rellenaba, prensándolo a tope, con masa producida con arcilla y piedra menuda. Retirado el encofrado quedaba una pared perfecta, tipo pudinga. Con una piqueta o con un martillo de tejar se hacían los nidales ( niales) correspondientes. En estos tiempos el palomar se utiliza como comedor de verano. El palomar esta pendiente de una restauración con el levantamiento de la cubierta y la recuperación de los agujeros que permitían la salida y entrada de las palomas. Bebedero de las palomas Nidales con tarros de madera En el palomar, imperfecto por haber deshecho una pared de nidales ( niales), se ha construido una" lareira" galega con el fin de hacer fuego y poder, si se desea, curar un pequeño mondongo. El palomar de la tía Corina, en la actualidad, forma parte de la vivienda familiar, recordando aquella cocina-comedor de los años cincuenta del siglo pasado. Escultura en miniatura de madera Miniaturas agrícolas de Alfredo
Superpín camino de Santiago En aquellos años la vida en los pueblos era bastante mala; la gente se inmovilizaba durante toda la vida en sus pueblos de nacimiento. Todos realizaban una agricultura de supervivencia. La mayoría de las familias cebaban dos o tres cerdos, vendían uno o dos y cambiaban los jamones del cerdo, que mataban en casa, por tocino para que la comida fuera más fuerte y durara más. Las viviendas eran muy deficientes; la mayoría de ellas tipo palloza. La comida se hacía en el fuego hecho en el suelo; del alto de la cocina colgaba una cadena, llamada preganza o gramalleira, de la que se suspendía el pote en el que se hacía la comida. Al lado del fuego se colocaba el morillo y el fuelle. Las habitaciones eran pequeñas y oscuras, las camas de hierro, muy buscadas ahora, y los colchones eran de hoja de maíz. Colección de candiles Colección megos de Severo La luz eléctrica apenas existía, dado que fallaba a la menor inclemencia del tiempo. Llegaban a casa 125 V; no había contadores; por ello sólo se permitían dos o tres bombillas de 25W. En la parte alta de las paredes se hacía un ventanuco donde se colocaba una bombilla que, al mismo tiempo, iluminaba dos o tres habitaciones. El cuarto de baño lo componía un palanganero (palancanero), provisto de un jarrón, para lavarse y las cuadras, o las esquinas de las paredes, para las necesidades mayores. A lo largo del año solo se hacían cuatro o cinco comidas buenas, a saber: matanza, maja, vendimia y día de la fiesta. El resto de los días la comida era a base de patatas, huevos, tocino y algún chorizo